"No podía caminar a causa de mi vértebra desplazada. Me atendieron cuatro doctores, hice todos los tratamientos: bicicleta, ejercicios, inyecciones, acupuntura... pero la pierna seguía como dormida. Ahora parece que hasta se me acomodó la rodilla. En la quinta sesión sentí que mejoraba". Marco Marcoccia es romano, vino a los 19 años a Tucumán y no aparenta los 81 que confiesa. Él es uno de los cientos de asistentes que hacen cola a diario, desde el alba, por calle Alberdi, hasta 24 de Septiembre.

LA GACETA se acercó a averiguar qué partido político o qué nuevo credo regalaba algo o prometía redención. Ni lo uno ni lo otro. Alicia (71) explica que allí dan masajes en 31 camillas ¡y gratis! "Me estaban por operar de la columna. Tengo de todo: hernias de disco, pico de loro, pinzamientos, sinusitis alérgica, operaciones en los oídos, presión alta. Ahora ya tengo normal la presión y para subir la escalera no me agarro", cuenta todavía asombrada.

"No somos médicos ni kinesiólogos, sino asistentes. Damos 500 turnos de 40 minutos por día", aclara Fernando Poch, y explica que allí funciona un Centro de demostración de Ceragem, empresa coreana que se dedica a fabricar camillas masajeadoras, llamadas termomasajeadores automáticos. "Es termoterapia con calor y rayos infrarrojos lejanos. Estimula la circulación, ayuda a la regeneración celular, y además usa el principio de la quiropraxia para alinear la columna. No tiene contraindicaciones", informa, y dice que el objetivo es promover el producto con una llamativa estrategia de marketing: jamás se lo ofrece." La consigna es: ?venga aquí y pruebe gratis de por vida?, por eso no se habla de temas comerciales en el salón", explicó.

Mientras algunos descansan tapados y horizontales, a la vista de todos, otros se ríen frente a una pantalla, porque hasta que les toca el turno de ocupar su lugar en la camilla hay una charla explicativa a cargo de Facundo Kim, representante de la firma.

Nora (58) vino de Rosario a visitar a sus amigos tucumanos. "Apenas llegué dije: los voy a llevar. A mi esposo y a mí nos dio mucho resultado para los problemas de sinusitis. Yo sufro de las rodillas, no podía caminar ni subirme al colectivo. Ahora camino rebien, mejoré de las várices, la piel se me limpió, eliminé liquido y adelgacé siete kilos -enumera y asombra-. Se siente una relajación, un bienestar general. Salís revitalizada, con alegría".

"Es mi quinta sesión acá. Vivo en Buenos Aires y ya llevo 358 sesiones -cuenta Juan Manuel Diez (68)-. No me podía mover por la artrosis, no podía doblar la pierna; para mirar para atrás tenía que girar el cuerpo".

Marta (69) es fonoaudióloga y sufre escoliosis desde hace 30 años. "Además tengo la cuarta lumbar dada vuelta y la quinta aplastada -agrega-. Hice todos los tratamientos imaginables pero sólo obtuve mejoras temporales. Al bajar de la camilla, la primera vez me di cuenta de que caminaba derecha. No he tenido mejoramiento inmediato. Aún sufro dolores, pero no son los de antes. Voy a venir por lo menos tres meses y luego volveré al médico con nuevas placas", reveló.

La filosofía

Kim intenta explicar eso que no entra en la cabeza: ¿gratis? ¿Para cualquiera? ¿Sin intenciones políticas? "La marca funciona así -explica-. Nosotros no hacemos publicidad porque creemos en el boca a boca. Además, en el salón no se habla de venta porque hay muchos de los que vienen que no van a poder comprar la camilla".

Kim no quiere dar precisiones, pero la camilla cuesta varios miles de pesos. "¿Por qué no darles la posibilidad a todos los que deseen sentirse mejor? Esa es nuestra filosofía -asevera-. También tiene que ver con nuestra cultura. A los ancianos en Oriente los respetamos y los cuidamos. Son personas valoradas por su experiencia".

Así funcionan  
Ceragem es un masaje térmico automático que combina masaje y presión con calor infrarrojo radiante (efecto de moxibustión). Este se emite por medio de jade y panel de carbono Epoxy. ¿Cuál es el efecto? Estimula la circulación, desbloquea los canales de energía y relaja los músculos alrededor de la columna vertebral.

Relatos durante la espera
  
Sara Gutiérrez, de 61 años, explica que antes lavaba un plato y lloraba del dolor; ahora lleva 16 sesiones y ya puede cocinar. Mientras están en la fila alguien dice: "aquí no se habla de política", y agrega: "aunque si el japonés se presenta como candidato todos lo votamos". La ocurrencia desata carcajadas.
 
Testimonios que conmueven  
En el salón cada uno cuenta sus achaques y cómo le fue después de probar la camilla. Algunos casi rozan el milagro. Nelda relata que tiene un juanete y dedo martillo, que no le permitían caminar con zapatos. Ahora logró ponerse zapatillas y hasta está lista para bailar. "¡Soy feliz!", dice conmovida.